• Era inusualmente quisquilloso, difícil de consolar o se asustaba fácilmente cuando era un bebé. Es demasiado sensible a la estimulación: reacciona de forma exagerada al tacto, el movimiento, los gustos,
    sonidos u olores.

  • Tiene dificultad para regular el ciclo de sueño/vigilia: acomodarse para dormir, permanecer dormido y despertarse sin irritabilidad.

  • Tiene dificultad con las actividades cotidianas como comer, dormir, cepillarse los dientes o vestirse.

  • Se abruma fácilmente en situaciones grupales, lo que puede resultar en sobreexcitación, crisis o cierre.

  • No puede obtener información sensorial “suficiente”: tocar, apretar, mover, rebotar o llevarse la boca.

  • Tiene poco tono muscular, se fatiga con facilidad, se apoya en las personas o se desploma en una silla. Usa una cantidad de fuerza inapropiada cuando manipula objetos, colorea, escribe o interactúa con hermanos o mascotas.

  • Tardó en rodar, arrastrarse, sentarse, pararse o caminar, o para lograr otros hitos motores.

  • Es torpe, se cae con frecuencia, choca con muebles o personas y tiene problemas para juzgar la posición del cuerpo en relación con el espacio que lo rodea.

  • Tiene dificultad para aprender nuevas tareas motoras; experimenta frustración cuando intenta seguir instrucciones o secuenciar pasos para una actividad.

  • Evita las actividades en el patio de recreo, la clase de educación física y/o los deportes.

  • No disfruta de actividades motoras apropiadas para su edad, como saltar, columpiarse, escalar, dibujar, cortar, armar rompecabezas o escribir.

  • Dificultad para aprender a jugar o llevarse bien con otros niños. Dificultad con o evita actividades de dibujar, cortar, escribir.

  • Desafíos en la escuela, incluyendo atención, percepción organizacional y habilidades de escucha.

¿Su hijo tiene retrasos en las habilidades motoras?